Escondes la cara de mi mirada.
Lo se, huyes de mí.
No hay nada que pueda hacer para que me brindes la atención que antes tenía de ti.
Fue mi culpa… pero también tuya.
Y ahora pago con el abandono que me regalas día a día.
Tu voz dejó de escucharse en estas cuatro paredes y es la mía la que me acompaña en las mañanas.
En vano pronuncio las promesas que un día te hice pues se quedaron en mis manos sin poder cumplirlas.
¿Cómo tocarte?
Pues pese a que estás aquí, tu pensamiento navega en estrellas, soles y lunas.
Serás de otro… así como has sido mía mientras el segundero se congelaba en el viejo reloj de la pared.
Hay silencio entre los dos, puedo sentirlo en la piel.
Me refugio en mi propia soledad queriendo escapar de la que has hecho de mí.
¿Cuándo volverás?
No lo sé… Pero hazlo antes de que me vaya… antes de que el tiempo nos alcance para decirnos que ya no es posible.